Entre el Tigris y el Éufrates,
sobre tablas de arcilla,
hay un osario.
El aroma del enebro
me recuerda la bruma
y el ardor del mediodía.
La geomancia escondida
en un jardín barroco
captura el infinito contenido en las cosas.
Pasadizos y espejos
reflejados en el agua
de una clepsidra,
que es un fractal.
La mirada de Anguissola
en un autorretrato
o la superficie platinada
en un canvas de Gentileschi
Los contornos sobre el jaspe, o el topacio,
Quimeras, astríferas, piedras preciosas de Persia.
Como los anillos de una serpiente
Y su adherencia a la madera del ausubo.
Safo, Lucrecio, Hesíodo
amalgama de gestos
sinuosos como Argos
Un ojo que duerme
Y el otro que permanece en vigilia
No corresponde al poeta decir lo que ha sido
sino lo que podría ser.