El fotógrafo buscaba el relámpago
en el ojo de una aguja.
En la fosa marina
donde comienza el mar.
En las hojas de los árboles
que voltean sus plateadas verdades en la sombra
En el bolígrafo puesto vencido
sobre el blanco mustio de un papel
que duerme sobre la mesa.
El fotógrafo
ha desaparecido
buscando la piedra filosofal.
¿Acudirá la forma a socavar la paz del sueño?
Buscaba un fulgor instantáneo.
Rielar de lumbre sobre el pedernal.
Sus colores son el arrebol
rosáceo, violáceo azul de algún agua apacible
Vasija, venablo, ánfora,
Forjados por el calor y el tacto
con líquidos untuosos,
aroma de cedro,
almenas de berilo, rubí y piedra de Ofir.
El doble filo del lenguaje no era la máscara, sino las multitudes contenidas en la partícula más compacta.
La que se deja al borde de un vaso.
Un recuerdo.
Un ojo de aguja.