Que la arquitectura entre los tubos de ensayo y la cristalería de matraces y probetas le recordase la máquina como idea de movimiento no era nada nuevo. Se apertrechaba de sonidos que van colocándose en secuencia, como una coreografía aferrada a los colores que descansan en el ático de la memoria. Se sentía como un idiota cabal. La idea de que olvidara su curiosidad por las artes plásticas que le hablaba en aquel sermón una y otra vez repetido por su tío como una lluvia constante, una caída de objetos lanzados desde otra parte, aquellos ecos abiertos en el oscuro desierto de Sonora cada vez le caían peor. Querría con un abanicar del brazo sobre la superificie tirar todo al suelo, ver los cristales destrozados con las substancias reactivas humeando colores y olores insoportables. Querría tirarlo todo al abismo del cual jamás regresamos iguales. Quería tomar en la mano un pincel y abasteserse del sentido de las cosas. Tomarlas por su filo, volverlas navajas, cuchillos que atraviesan los enigmas y encendiendo farolas para iluminar nuestra casa de espejos abandonados por nosotros mismos. Footprints del album blue note suena. ¿Cuál es la pregunta? Una respuesta muerta.
[escritura en proceso/glendalys.marrero]