Ingrávida

Colgados los pies en la rama de un árbol
se quebranta el cielo.

Mar ingrávido
que se desborda
ante la voracidad de los pájaros.


Miríadas de luces se ven a lo lejos
destellando sobre los tejados de las cabañas.
Tonalidades tan precisas de ocre
que me recuerdan los cuadros de Millet.

Alguna vez un verso merodeó en neblina el laberinto de los cementerios.

No era Baudelaire un epitafio

sino estatua de humo,

esfinge erigida para marcar equinoccios
de la ciudad perdida.





Deshielo y pleamar

Si los ocasos sueñan
¿qué sueñan los ocasos?


Nenúfar que sostiene ingrávido
su imagen en el agua


Una sombra proyectada

sobre la noche misma.


Órbita de ese minuto falaz
que tropieza al instante
en que me miro al espejo
y hurgo lo que está hundido en los ojos
como un barco de vidrio.

Abriendo profundidades en el glaciar

que tengo cautivo en el pecho.


Desmenuzando las agujas del hielo.

Evocando la mirada de serpiente.

Al sol de hoy
la espesura es una ruta de piedra
merodeando un hallazgo cotidiano.

Almenas de berilo

Piedra de Ofir

Azul de Prusia

Amarillo de cromo

Verde Veronés

El aroma del espliego
Y la espiga de unas flores azuladas
Me recuerdan la cercanía con que respira la muerte.